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Reseña: The Last Dinner Party – Prelude to Ecstasy

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A principios de este año, se anunció que The Last Dinner Party ofrecería un concierto en la Ciudad de México. Este grupo, que ha teloneado a The Rolling Stones, visitaría por primera vez la capital mexicana, y lo más interesante, al menos para mí, es que aún no habían publicado un álbum.

El 1 de febrero, el quinteto conformado por Abigail Morris (voz), Lizzie Mayland (voz, guitarra), Emily Roberts (guitarra principal, mandolina, flauta), Georgia Davies (bajo) y Aurora Nishevci (teclados, voz) lanzó “Prelude to Ecstasy”, marcando su debut a través de Island Records.

En los últimos años, hemos sido testigos de debuts impresionantes que han elevado las expectativas en la industria. Desde artistas pop como Billie Eilish hasta bandas de art rock como Black Country, New Road, hemos visto la llegada de artistas deslumbrantes que prometen dejar una huella duradera.

The Last Dinner Party

The Last Dinner Party. Foto: Phoebe Fox

Fue en 2020 cuando la banda comenzó a formarse, siendo fundada por Abigail, Lizzie y Georgia Davies. Ambas chicas asistían a conciertos e inspiradas por bandas como Black Midi HLMTD es que, decidieron formar la banda. El nombre de la agrupación hace referencia a la idea de una cena libertina dónde la gente se reunía para conmemorar un banquete hedonista.

La agrupación comenzó a lanzar sus primeros sencillos en 2023, pero ya para entonces había firmado con Island Records, anunciado giras y empezado a telonear a grupos legendarios.

Es de destacar que este debut fue producido por James Ford (Arctic Monkeys, Depeche Mode), uno de los productores más talentosos de la actualidad. Con este respaldo, uno podría esperar que su primer trabajo discográfico se convirtiera en el mejor debut del año, dado el gran entusiasmo que rodea a la banda.

“Prelude to Ecstasy” era el debut que todos esperaban con ansias; mucho antes de lanzar su sencillo “Nothing Matters”, la banda ya había firmado con Island Records. La expectativa era alta para esta agrupación que, con un concepto victoriano, ofrecía una mezcla de pop barroco y art rock.

Reseña. Prelude to Ecstasy. La cena está servida

Prelude To Ecstasy es una producción sorprendente que encanta por como suena en cada uno de sus 12 tracks pero, pareciera que faltó afinar más el motivo o ese concepto por el cual la banda quería darse a conocer. La estética que rodea a la agrupación, cada canto, cada elemento sonoro es encantador, sí, pero al escuchar este álbum durante estas semanas sigo sin encontrar una palabra que defina en concreto a esta banda.

La participación de James Ford es un acierto, pues su habilidad para hacer que cada instrumento resuene con nitidez es notable; desde las flautas hasta las guitarras, nos encontramos ante un sonido claro y efectivo que posiciona este álbum entre los mejor producidos del 2024, si no es que el mejor.

No obstante, a pesar de su excelente producción, las canciones no terminan de ser completamente acertadas. Aunque es de agradecer el esfuerzo por evitar estribillos predecibles, la propuesta musical de la banda, desafortunadamente, no convence plenamente. Muchas de las canciones parecen tener dificultades para destacar, con algunos estribillos olvidables y otros acertados que no logran ser memorables.

Prelude to Ecstasy aborda temas como la lujuria, la masculinidad, la venganza y la tristeza, todo ello acompañado de sonidos elegantes que transitan por la música clásica, la ópera, el punk, el blues y el art pop.

La diversidad estilística del grupo es notable, pero esta misma variedad parece jugar en su contra, impidiendo la creación de un sonido distintivo que haga pensar inmediatamente en The Last Dinner Party.

No obstante, y espero no ser malinterpretado, Prelude to Ecstasy es un buen debut. Aunque no sea el debut del año, definitivamente es un álbum que merece ser escuchado y que genera expectativa sobre lo que este quinteto ofrecerá en el futuro. Como introducción, nos presenta a una banda con un talento indudable que ofrece pistas decentes. Sin embargo, dentro de géneros como el art rock y el pop barroco, desaprovecha la oportunidad de ofrecer temas memorables que trasciendan el tiempo; un logro que incluso Coldplay alcanzó con “Viva la Vida”. Lamentablemente, The Last Dinner Party no alcanza ese nivel de impacto.

“Prelude” es fenomenal, es una sinfonía que endulza al oído a través de un minuto y que, a forma de interludio de una obra de teatro nos adentra a esta producción sonora. La estructura de este álbum pareciera ser como te teatro; un álbum que se reproduce casi a forma de actos; teniendo una introducción orquestal estilo rococo que, presume de ser teatral y nos deleita con arpas, campanas de iglesia que, advierten que estamos ante una obra atemporal, aunque, solo se queda como advertencia para elevar la expectativa.

“Burn Alive” sigue con ese juego orquestal y enciende los sentidos a través de un estilo de indie rock que con voces operísticas y sonidos orquestales crean una canción con fuerza; con destellos que apuntan al rock de los 70/80 y que en la última parte agarra fuerza con un estribillo que aprovecha la fuerza vocal de Abigail.

En “Caesar on TV Screen”, encontramos una melodía de art pop que aborda la masculinidad tóxica mediante un estilo de ópera rock. A pesar de su increíble sonido, el track carece de un estribillo que, aunque ingenioso y distante de lo genérico, no logra ser pegajoso ni invita a ser coreado.

“The Feminine Urge” destaca por la hermosa voz de Abigail Morris. La vocalista exhibe un rango vocal impecable, reminiscente de artistas como Angel Olsen, Florence and the Machine, o incluso Kate Bush. Este track de pop barroco, con panderos, pianos y guitarras sutiles, teje una ópera pop más convincente que sus predecesoras. A pesar de su dramatismo y cambios de ritmo hacia el final, no alcanza a ser completamente memorable.

La mayoría de las canciones (si no es que todas) de este álbum son bellas, tienen una paleta sonora deslumbrante y vocales que pareciera provienen de cantos angelicales pero, estos tracks bien pudieran ser relleno de álbumes de otros artistas de este estilo, como Angel Olsen o PJ Harvey.

“On Your Side” se distingue por riffs de guitarra que armonizan perfectamente con la voz de Abigail. Iniciando con un delicado acompañamiento de piano, este track desgarrador adentra al oyente en el mundo del Shoegaze, ofreciendo un momento íntimo e hipnótico.

“Beautiful Boy”, “Gjha” y “Sinner” dan cuerpo al disco. “Beautiful Boy” utiliza una flauta dulce y arpegios de piano delicados para acompañar un relato fantasmal que se intensifica con coros operísticos hacia un dramático desenlace. “Gjha” actúa más como un interludio operístico, explorando diversas voces sobre un escenario de piano en una melodía que, aunque no deslumbra por sí sola, facilita la transición a “Sinner”.

“Sinner” arranca con fuerza, combinando pianos pujantes y riffs de guitarra glam rock con voces que evocan a ABBA. Este track es uno de los puntos álgidos del álbum, fusionando pop barroco y art rock en una composición feroz y convincente que incluso incorpora elementos de post-punk.

“My Lady of Mercy” es el tema más intenso en guitarras, alternando entre la calma y la tormenta. Revela tanto la fragilidad del grupo como su capacidad para incursionar en el hard rock, ofreciendo una melodía estruendosa pero etérea.

“Portrait of a Dead Girl” a gusto persona es mi favorita. Es una melodía que se construye sobre un bello arpegio de piano haciendo uso de platos y cuerdas para entregar una canción que va en crescendo, con un final estilo rock arena épico, digno para ser coreado en concierto. Emotivo de principio a fin, el track evoca el glam de los 70, culminando en un final majestuoso con una línea de guitarra ardiente.

“Notting Matters” intenta elevar el álbum con un estribillo más comercial que sus predecesoras. Con una estructura más rockera, no pierde el encanto operístico intrínseco al ADN del LP. A pesar de su estribillo hipnótico y riffs enérgicos, y un solo de guitarra que desemboca en un coro triunfal acompañado de trompetas, aspira a ser un himno pero no logra alcanzar la memorabilidad o establecerse como un ícono del rock de estadio, recreando una fórmula épica ya vista y superada por otros.

“Mirror”, por su parte, concluye de manera débil. Con instrumentaciones cautivadoras, el track baja el telón de esta ópera rock de 42 minutos que, si bien destaca por su riqueza sonora, carece de una identidad propia. A pesar del desbordante talento, se echa de menos una propuesta más original que podría posicionar a The Last Dinner Party entre los clásicos; su debut aún no cumple esa promesa.

The Last Dinner Party después de la crítica

A pesar de que, en la producción se cuenta con el fenomenal James Ford quien ha salvado el sonido de agrupaciones como Mumford and Sons o hasta los Arctic Monkeys, lamentablemente el productor inglés no ha podido canalizar la virtuosidad que posee cada una de las integrantes de la banda. El resultado es un álbum que suena bien, que presume y alardea por cada elemento sonoro utilizado en la ecuación pero, al final no logran crear algún track memorable y peor aún, todo el alarde sonoro no termina de llegar a un punto en concreto haciendo que, en ocasiones uno no reconozca la verdadera identidad de la agrupación.

El debut genera expectativas y despierta el interés por su belleza sonora. Sin embargo, para consolidarse como referente de la década, The Last Dinner Party necesita encontrar ganchos más impactantes y definir un estilo propio. Con tanto potencial a su favor, solo queda esperar a ver cómo evolucionará esta banda prometedora.

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