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Un viaje hacia The Dark Side of the Moon

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¿A qué se debe la popularidad de The Dark Side of the Moon? Llevo días con esa pregunta en la cabeza. Nadie de los involucrados logró prever lo que aquellas 10 canciones conseguirían una vez que llegaran al mercado. Más allá de la opinión que cada escucha pueda ofrecer, sus más de 45 millones de copias vendidas son la prueba de que se trata de una experiencia universal.

“Hay elementos que nunca habríamos percibido en aquel momento”, recuerda Nick Mason. “En parte se trataba del momento oportuno y en parte de que las canciones fueran relevantes para la gente en ese momento, y eso le dio un impulso que luego atrajo la atención de otro grupo de gente, y así sucesivamente”.

The Dark Side of the Moon es atemporal. Las sensaciones que tuvieron quienes lo escucharon cuando apenas salió al mercado y los que lo encuentran en alguna plataforma de streaming no han cambiado demasiado. Las razones para que siga conectando con nuevos escuchas van desde su concepto, letras, portada, instrumentación, efectos de sonido, o hasta elementos completamente ajenos al disco mismo, como las incontables leyendas que se han gestado a su alrededor – la del Mago de Oz siendo una de las más famosas.

Vamos a desmenuzarlo.

1973, un año progresivo

1973 fue un año importante para el rock progresivo. Con lanzamientos de actos sonoros como Emerson, Lake & Palmer, King Crimson, Magma, Mike Oldfield, Genesis y Caravan, el género estaba encaminándose hacia una madurez que poco a poco se alejaba de sus raíces sesenteras.

Como parte de esta oleada de grandes discos, Pink Floyd tuvo la fortuna de estar en el momento y lugar indicados. Su álbum combinó una gran etapa creativa del grupo y las innovaciones tecnológicas necesarias para perseguir, y alcanzar, lo que otros apenas imaginaban.

Varios elementos diferenciaron a The Dark Side of the Moon de sus contemporáneos siendo el principal la duración de sus canciones. En lugar de optar por alguna suite de más de diez minutos, el grupo ahora dirigido por Roger Waters optó por elegir un solo tema y abordarlo desde 10 canciones que en separado funcionan como universos cerrados y que, además, integran una idea interconectada y de mayor escala. Se trata de un álbum conceptual –¡y uno de los mejores!

Meddle, el LP que antecede a The Dark Side of the Moon, demostró el interés del grupo de crear elaboradas y extensas piezas que hicieran relucir las virtudes de cada integrante, sin olvidarse de trabajar en lo colectivo; en este disco, el tema “Echoes” podría considerarse una especie de prólogo para lo que vino después. Aquella canción cósmica de más de 23 minutos adelantaba la exploración hacia la empatía de parte de Roger Waters, así como las búsquedas individuales en el terreno instrumental.

La gran diferencia entre “Echoes” y los tracks de The Dark Side of the Moon es que mientras la primera nos conduce por una experiencia sideral, el segundo pone los pies en el lodo al musicalizar imágenes tan terrenales como la muerte, la violencia o el dinero.

El concepto detrás de la luna

La historia de The Dark Side of the Moon comienza en un periodo muy activo en la carrera de Pink Floyd. A finales de 1971 el grupo seguía dando conciertos como parte de la gira de Meddle. Cierto día, en casa de Nick Mason, Roger Waters propuso algo: su siguiente disco de estudio podría construirse mientras continuaban de tour. Más interesante todavía era el eje conductor que guiaría las canciones. El bajista de la banda planteó que fuera la locura el tema principal, su interés estaba en el “volverse loco”, en todas esas cosas que hacen que los seres humanos perdamos la razón.

Además de ser un grito de auxilio por la intensidad que trabajar casi 18 horas diarias, la mayor inspiración de Waters fue Syd Barrett, antiguo líder creativo de Pink Floyd quien en sus últimos días con la banda era progresivamente más errático. Su colapso mental, acelerado por su ingesta de estupefacientes, lo dejó irreconocible impactando la vida del resto de sus compañeros para siempre.

Con “Echoes” y “The Man and the Journey” (una extensa interpretación que la banda tocó en vivo durante 1969) como puntos de partida el grupo se embarcó en las sesiones de su nuevo disco. Lo primero que necesitaban era equipo nuevo.

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The Dark Side of the Moon en el estudio

Las presiones de la vida, la mortalidad, los viajes interminables… Roger Waters tenía muchísimas ideas para empezar a trabajar, de ahí que los primeros demos documentados vengan del estudio personal que tenía en el patio trasero de su casa. Otras de las versiones iniciales provenían de proyectos alternos, “Us and Them”, por ejemplo, fue una pieza que le rechazaron a Richard Wright para musicalizar una película.

La imagen de tres camiones repletos de equipo de audio siempre me ha impresionado. Así viajó Pink Floyd durante todo 1972. Aunque el proceso terminó por mermar a todos los integrantes, fue en este constante movimiento en donde el disco se fue armando. Algo igualmente valioso de esta primera etapa era que casi ninguna canción tenía título, la forma de identificarlas era por “secciones” ancladas a diferentes estados emocionales.

Las sesiones en el estudio comenzaron el 31 de mayo de 1972 y se extendieron hasta el 9 de febrero de 1973, en parte por las giras y también porque el grupo se tomó algunas pausas. El trabajar con todas las facilidades que Abbey Road ofrecía a nivel tecnológico agilizó el proceso de materializar los sonidos que la banda imaginaba y, además, dotó de herramientas para que el proceso creativo siempre, o casi siempre, tuviera un sí como respuesta.

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Alan Parson en Abbey Road

En el estudio el grupo contó con la flexibilidad de grabar utilizando 16 pistas, por si esto no fuera suficiente también contaban con un nuevo EMS-1, un sintetizador que venía acompañado de un secuenciador que les fue de gran ayuda creando sonidos espaciales. La última pieza en este gran rompecabezas es un hombre que hace algunos años había trabajado con The Beatles: Alan Parsons.

Dentro del equipo que Pink Floyd adquirió para The Dark Side of the Moon estaba una mesa de mezclas de 28 pistas con una salida cuadrafónica. De acuerdo con Alan Parsons, ingeniero de audio del álbum, el experimentar con la espacialidad que esta nueva tecnología ofrecía se convirtió en una obsesión tanto para él como para los músicos quienes podían elegir desde dónde sonarían sus instrumentos y demás efectos.

Lo que ahora conocemos como sonido surround incitó al grupo a llevar sus experimentos sonoros a otro nivel. Así fue que crearon las envolventes texturas de los relojes de “Time” o la impactante puesta en escena que es la instrumental “On the Run”. A pesar de todo lo anterior, la versión que conocemos de este disco no contó con la sonoridad que el grupo deseaba, no fue sino hasta 2003, con la edición de 30 aniversario, que Alan Parsons trabajó en una mezcla 5.1 que le hace justicia a las ambiciones de Pink Floyd.

El prisma que conquistó al mundo

Para muchos, la experiencia de un álbum comienza en su portada y en la historia del Rock, pocas son tan icónicas como la que ilustra The Dark Side of the Moon. Con un fondo negro, un triángulo que simboliza un prisma y la luz reflejándose hacia un extremo, Pink Floyd tenía suficiente para capturar la atención de cualquiera.

Detrás de su diseño estuvo George Hardie y el colectivo artístico Hipgnosis, quienes ya había colaborado con Pink Floyd en la portada de Atom Heart Mother. El miembro de la banda que lideró esta parte del proyecto fue Richard Wright, cuya petición buscaba algo “más inteligente, ordenado y con clase”.

Cuando Hardie les presentó las siete propuestas que había trabajado la respuesta fue contundente. Los cuatro miembros de la banda eligieron el prisma que ahora conocemos. Bajo sugerencia de Roger Waters, el espectro de luz sigue su camino después de la portada hacia la carátula en donde además se ve una representación visual del latido de un corazón –efecto muy relevante dentro del álbum.

Una vez completado, The Dark Side of the Moon se estrenó el 1 de marzo de 1973 bajo el sello de Harvest Records. Sin problemas se colocó en la lista de los discos más vendidos y, aunque solo permaneció una semana como el número uno en el listado de Billboard, se quedó en dicho top durante 736 semanas seguidas. Lo nunca visto.

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Escuchando The Dark Side of the Moon

The Dark Side of the Moon está pensado para experimentarse como un evento presencial. La estupenda combinación de los elementos antes mencionados hace que efectivamente sea un álbum que se disfruta “como escuchándolo en vivo”. Al haberse gestado mientras la banda estaba de gira, el interpretar los temas en el estudio resultó natural y eso ayuda a que el flujo entre y durante canciones sea fácil de disfrutar.

Aunque en esencia estamos ante un disco de Rock Progresivo, hay una importante carga de Blues en múltiples riffs, esto no es poca cosa ya que representa los intereses de David Gilmour mientras se alejaba del sonido de Pink Floyd en los 60. Igualmente podremos apreciar elementos de Avant-Garde, Música Electrónica, Psicodelia y Jazz en los 10 tracks que conforman el disco.

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Insert de The Dark Side of the Moon

Roger Waters se encontraba en un momento de expansión creativa. Ya sabemos sus motivaciones al momento de concebir el disco, pero no está demás prestarle atención a sus letras, las cuales buscaban ser más directas y fáciles de comprender. El lenguaje en este álbum funciona como una puerta lo cual explica por qué tantas generaciones conectaron tan fácilmente con su mensaje. Y sin embargo, al momento de decidir ser poético y usar imágenes arriesgadas, el bajista es igualmente efectivo.

Un elemento único entre los sonidos que conforman el disco son los diálogos que están repartidos entre canciones. Su origen está en las sesiones en Abbey Road en donde Roger Waters escribió una serie de preguntas en unas tarjetas que permanecieron allí para que cualquiera pudiera responderlas. Las entrevistas no discriminaron y al final hubo suficiente material para colocar en The Dark Side of the Moon.

“Speak to Me” dura apenas 1:05 minutos, pero su brevedad no la hace menos impactante. Se trata de un collage sonoro que el grupo grabó el 23 de junio de 1972 tomando elementos valiosos de las secciones del disco previamente trabajadas. Funciona como prólogo en tanto que nos adelanta elementos que eventualmente cobrarán mayor sentido; me gusta describirlo como un trailer de una película que te presume sus mejores escenas.

Dentro de la colorida selección de sonidos que conforman “Speak to Me” el más relevante es el primero: el latido de un corazón. La experiencia es fantástica gracias al poderío cuadrafónico. Imagínate con los ojos cerrados y con unos audífonos, de pronto te vuelves testigo de un órgano bombeador de sangre que, lento pero incansable, termina frente a tus oídos. Este primer encuentro con el corazón nos ayuda a hilar la narrativa interna que concluye de forma redonda con “Eclipse” (ya llegaremos a ello).

Por la forma en la que están tejidas, “Speak to Me” y “Breathe (In the Air)” suelen escucharse juntas cuando se presentan en la radio, y es que el crescendo del tema inicial se extiende algunos segundos para ser interrumpido por la relajada línea de bajo de Roger Waters. El resto de las texturas se expande cual abanico, mostrándonos una atmósfera cálida, de cielo azul, nubes, y un sol recurrente. La escena recién descrita encuentra su raíz en las percusiones solares de Mason y en la lap steel guitar de David Gilmour, cuyos slides ayudan a dibujar un escenario campirano.

En “Breathe (In the Air)” la letra llega después la apacible puesta en escena instrumental. Cuando lo hace nos presenta algunos de los grandes temas del álbum: el inevitable transcurrir del tiempo y la muerte. En la primera estrofa y coro, Gilmour nos invita a tomar aire y ver nuestra vida como esa gran suma de momentos y sensaciones; su segunda mitad toma un matiz frenético (impulsado en parte por los teclados de Wright) al retratar el ajetreo contemporáneo en el que tantos escuchas podrán verse reflejados.

For long, you live and high you fly / But only if you ride the tide / And balanced on the biggest wave / You race towards an early grave” / (“Por mucho tiempo, vives y vuelas alto / Pero sólo si te subes a la marea / Y te equilibras en la más grande ola / Te precipitas hacia una muerte anticipada”)

Si hay una canción que ilustre las ambiciones que Pink Floyd tenía al momento de querer sonar cuadrafónicos, esa debe ser “On the Run”. Considerada como la “Secuencia de Viaje” durante las presentaciones en vivo y sesiones de estudio, esta pieza se transformó de un jam de guitarras al paisaje electrónico que es ahora.

La canción se construye con un loop de ocho notas acelerado al grado de efecto de sonido para película de ciencia ficción. “Acabábamos de adquirir un sintetizador nuevo, un maletín modelo EMS-1 [Synthi AKS], y en la tapa había un pequeño secuenciador”, recuerda Gilmour. “Yo estaba jugando con el secuenciador y se me ocurrió este sonido, que es el sonido básico. Roger lo oyó, se acercó y también empezó a tocar con él”.

Sin decir una sola palabra, dicho loop, en combinación con el estupendo manejo de efectos de sonido y el ritmo encarrerado de la batería, logra generar una sensación de urgencia que solamente conoce la intensidad. Cuando la pista llega a su clímax ya habremos experimentado una secuencia de acción que culmina con un avión estrellándose. Unos segundos de silencio… y después.

Después los 6:53 minutos de “Time”, la única pista acreditada por los cuatro integrantes. Qué canción, quizá de mis favoritas de todo Pink Floyd. Su duración le permite tener secciones claras y asombrosas en sí mismas; consideremos la primera: un coro de metal y madera cuyas voces son manecillas. Los relojes (idea de Alan Parsons) se extienden como una pared circular a nuestro alrededor, y sus campanadas y chirridos se convierten en las pequeñas percusiones que anteceden algo más épico.

La siguiente parte es tan marcial como monumental. El bajo punteado de Roger Waters crea un sonido que asemeja el tick-tack de un reloj, mientras que los rototoms de Nick Mason aparecen como explosiones de agua. Esta atmósfera estalla al final con la tercera sección: un Rock de alma bluesera en donde la guitarra y el piano se entrelazan emotivos.

Las voces de David y Richard se intercalan entre la estrofa inicial y la que antecede al puente. Si instrumentalmente la canción ya era una joya emocional, su letra cuenta con algunos versos que golpean con su universalidad: “You are young and life is long and there is time to kill today / And then one day you find ten years have got behind you / No one told you when to run, you missed the starting gun” / (“Eres joven y la vida es larga y hay tiempo para matar hoy / Y entonces un día descubres que diez años se han quedado atrás / Nadie te dijo cuándo correr, te perdiste el disparo de salida“).

Luego de un solo dramático la pieza se despide no sin antes volver a alternar cantantes. Si en el párrafo anterior te cité al Richard Wright, estos versos en la voz de David Gilmour son igual de llegadores: “The sun is the same in a relative way, but you’re older” / (“El sol es más o menos el mismo, pero tú eres más viejo).

Entre “Time” y “The Great Gig in the Sky” hay una sección entrañable: el reprise de “Breathe (In the Air)” que después de la intensidad nos regresa al estado idílico del comienzo. A la mitad del álbum esta la que durante las grabaciones era considerado como el “Segmento Religioso” en donde la mejor forma de representar a la muerte es desde el éxtasis.

The Great Gig in the Sky” comenzó como una exploración personal de Richard Wright. Una vez que el resto del grupo se involucró consideraron que podrían darle a su piano un efecto orquestal, por lo que la canción se grabó en dos estudios por separado: uno para Rick y otro para el resto de Pink Floyd.

Quien merece todos los reflectores es Clare Torry, cuyos alaridos le dan a la pieza el alma necesaria para hacerse inolvidable. Aunque la petición de no incluir letras en su interpretación tomó a la cantante por sorpresa, pronto se dejó llevar por la atmósfera sonora, transformando su voz en un instrumento más.

Todos sabían que “Money” sería un hit. El tema que abre el lado B de The Dark Side of the Moon está construido para engancharte desde el comienzo con su legendario loop de monedas –Parsons recuerda al equipo midiendo las cintas de grabación con reglas para cortar en el momento justo y poder conseguir el ritmo que Roger buscaba– y un riff de bajo divertido y dinámico.

La canción tiene los elementos necesarios para ser considerada como un Blues Rock Progresivo, incluyendo uno de los solos de guitarra más reconocidos de David Gilmour; tanto Wright como Mason improvisaron sus partes durante aquella sesión lo cual solo abona a la sensación de escucharlos en vivo. Hablando de solos, el de Dick Parry en el saxofón es otro que merece reconocimiento.

Con su crítica al capitalismo, Roger Waters logró conectar, como pocos cantautores, con los sentimientos de quienes se han cruzado con The Dark Side of the Moon; esto en gran medida por la transparencia con la que retrata sus propias contradicciones. La sencilla descripción de la vida cotidiana de miles de asalariados en su letra la convierte en un espejo de los deseos y frustraciones de quienes escuchan.  

Money, so they say / Is the root of all evil today / But if you ask for a rise, it’s no surprise / That they’re giving none away” / (“El dinero, dicen / Es la raíz de todos los males en nuestros días / Pero si pides un aumento, no es de extrañar / Que no te den ninguno“)

Con el hipnotizante sonido del órgano Hammond, “Us and Them”, es una de las pistas con mayor influencia Jazz del disco. Sus orígenes se trazan hasta 1969, siendo una propuesta instrumental de Richard Wright para la película Zabriskie Point. Su director la rechazó alegando que no tenía la energía de canciones como la loquísima “Careful With That Axe, Eugene” de 1968.

Así, las ideas de Wright se convirtieron en la “Secuencia de la violencia” durante las grabaciones de The Dark Side of the Moon. Quien encontró el tema adecuado fue Roger Waters. La guerra, eje central en la letra, es retratada como el sinsentido que resulta para quienes mueren en sus frentes; al final, dicha ofensiva no es sino la expresión más violenta de algo tan básico como diferenciarnos de los “otros”. Nosotros, ellos. Si seguimos la idea de Waters, quizá lo primero que tenemos que hacer es empezar a ponernos en los zapatos de los demás.

¿Cuándo escuchas “Any Colour You Like” en qué color piensas? ¿Es uno, o son varios entrelazándose como lagos de ácido? Antes de ser muchachos progresivos, Pink Floyd fue una agrupación de origen psicodélico. Este track nos regresa a esa juvenil acidez de los 60 con un jam en donde los sintetizadores, la guitarra y las percusiones comparten un colorido resplandor. Disfruto mucho cómo se acomodaron las capas de guitarras, una de ellas aprovechando todo el potencial del Uni-Vibe, un pedal cuyo efecto la hace sonar como criatura marina (o espacial).

El carácter festivo de “Any Colour You Like” comparte la progresión de acordes de “Breathe” lo cual de alguna manera nos prepara para el cierre del disco. “Brain Damage”, originalmente conocida como “The Lunatic Song” y “The Dark Side of the Moon” es uno de los mejores momentos de Roger Waters como escritor.

La canción se comenzó a gestar desde la gira de Meddle y es una fantástica interpretación sobre el casi-colapso que Roger Waters vivió durante aquella época incansable. De alguna manera, el bajista se sentía en una situación casi al grado de lo que vivió su amigo y antiguo líder creativo Syd Barrett.

La caída de Barrett es un tema que ha sido abordado en diferentes momentos de la discografía de Pink Floyd. En The Dark Side of the Moon tenemos una canción hermosa cuyo arpegio en la guitarra del comienzo es acompañado por el latido de un corazón familiar. Sonoramente es una mezcla de psicodelia Folk de quienes se acuestan en el césped descalzos y las atmósferas nocturnas de quienes van a descubrir el lado oscuro de la luna escuchando un sintetizador.

Con algunos de los mejores momentos líricos de Waters en el álbum, la letra hace una impactante metáfora del colapso de Syd para después rematar –y aquí insisto en apreciar la potencia de las armonías femeninas y el órgano de Wright– con estos versos que son desgarradores: “And if the cloudbursts thunder in your ear / You shout and no one seems to hear / And if the band you’re in starts playing different tunes / I’ll see you on the dark side of the moon” (“Y si los aguaceros truenan en tu oído / Gritas y nadie parece oírte / Y si la banda en la que estás empieza a tocar melodías diferentes / Te veré en el lado oscuro de la luna“).

“Brain Damage” y “Eclipse”, por su brevedad, también suelen venir como una sola tanto en la radio como en algunas ediciones del álbum. Luego de los encantadores sintetizadores, la cúspide de The Dark Side of the Moon funciona como una explosión emocional cuyos coros Gospel engloban toda la experiencia de estar vivos en un momento de revelación y gloria.

“Creo que es una afirmación muy simple que dice que todas las cosas buenas que la vida puede ofrecernos están ahí para que las aprovechemos, pero que la influencia de alguna fuerza oscura en nuestra naturaleza nos impide aprovecharlas”, explica Waters al ser cuestionado sobre el tema de la canción.

El cierre de The Dark Side of the Moon es emotivo y lleva consigo una sensación de despedida. Siguiendo esta idea, pienso que el órgano de Richard Wright funciona a la perfección a la hora de crear una atmósfera que transmite tristeza y esperanza al mismo tiempo. Tras la invitación de la voz lírica a experimentar por nuestra cuenta el lado oscuro de la luna, escuchamos una de las respuestas a las preguntas de Waters: “There is no dark side in the moon really / Matter of fact, it’s all dark” (“No hay lado oscuro en la luna realmente / De hecho, es toda oscura“). Y luego, un latido que en este punto sigue igual de impactante que en “Speak To Me”.

El regreso tras conocer la luna

Hablar sobre The Dark Side of the Moon es un reto. Gracias a la cantidad de contenido que existe sobre este disco, existe un ambiente a su alrededor de “ya todo está dicho”. Sin embargo, esto también le ayuda a quienes investigamos sobre él ya que no importa si se indaga de algo técnico, simbólico o quizá anecdótico, seguro hay información al respecto.

¿Con qué me quedo yo de este álbum? Mi experiencia al escucharlo a cambiado con los años, hay versos (sobre todo aquellos que tocan el paso del tiempo) que ahora pesan mucho más. Sin embargo, es fácil capturar el estupendo momento creativo que la banda vivía en aquel entonces, no hay interpretación que sobre, ni verso que se sienta “de más”. Cuando uno se encuentra con un disco así, ha descubierto una obra maestra.

Las opiniones sobre si The Dark Side of the Moon es el mejor álbum de Pink Floyd están divididas, pero de algo podemos estar seguros. Lo que sucedió en aquellas sesiones de Abbey Road cambió la historia del Rock y llevó al sonido progresivo hacia escuchas que de otra manera quizá no habrían conectado con un género que de normal es visto como difícil de acceder.

En Columna Musical nos encanta hablar largo y tendido sobre los discos que nos apasionan. Hace tiempo no le dedicábamos un artículo tan extenso a un LP, pero estamos seguros de que valió cada momento. Si buscas historias de Rock como ésta, no deberías dejar pasar nuestro texto dedicado a Get Back de The Beatles o sobre el 68 Comeback Special de Elvis Presley.