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Reseña: Cate Le Bon – Pompeii

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En 2020 la cantautora galesa Cate Le Bon recibió un cuadro que cambió la trayectoria creativa del disco que estaba preparando. La obra de arte, regalo inesperado de su pareja, el pintor y músico Tim Presley, afectó tanto a Cate que dicho proyecto se convirtió en una búsqueda obsesiva por “hacer que sonara como el cuadro”. El resultado es extraño, un álbum llamado Pompeii cuya reseña encontrarás a continuación.

Puede que leas el nombre de esta artista por primera vez, pero Cate Le Bon tiene una reconocida trayectoria cuyo primer lanzamiento sucedió en 2008. Pompeii, que llegó al mercado bajo el sello de Mexican Summer el pasado 4 de febrero de 2022, es el sexto álbum en su carrera como solista. Lo hace con gran expectativa luego del celebrado Reward (2019) que obtuvo una nominación al Premio Mercury.

¿De dónde viene Cate Le Bon? ¿Cuáles de esos elementos pasaron el filtro de la historia para materializarse en su nuevo disco? Revisemos.

Cate Le Bon, antes: Cate Timothy

Para evitar que anduvieran de ociosas, los padres de Cate Timothy (nacida el 4 de marzo de 1983)  la mandaban a ella y a sus hermanas a pasear cabritas al campo. “Pasaba mucho tiempo sola, haciendo cosas y escribiendo canciones”, recuerda conversando con The Washington Post. “Supongo que era una forma de escapismo”.

Aislada en un mar de pasto, Cate enraizó la soledad como parte de su ejercicio creativo. A la par fue inscrita a clases de violín, piano, y en la secundaria ya estaba tocando la guitarra en sus primeros shows. Pronto se unió a la escena surrealista de Cardiff, Gales, en donde terminó formando una banda, se llamaban Means Heinz y tocaban Noise.

La adolescencia de Cate se vio sonorizada por las bandas del Cool Cymru, un movimiento cultural de orgullo galés que estalló en la segunda mitad de los 90, y que tuvo ente sus representantes a bandas como Super Furry Animals (SFA) y  Gorky’s Zygotic Mynci, quienes dotaron de Psicodelia al Folk y de Avant-Garde al Pop en una respuesta directa al Britpop inglés.

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Cate Le Bon

Para 2006, Cate se había cambiado el nombre a Cate Le Bon, tomando como inspiración el nombre de Simon Le Bon de Duran Duran. Su música, por otro lado, seguía sin encontrar un público ideal. Fue este año cuando Cate recibió la invitación de Gruff Rhys de los  Super Furry Animals para que les abriera en sus conciertos.

El colaborar con sus ídolos de juventud fue fundamental para la cantante. Krissy Jenkins, baterista de SFA, la invitó al estudio en donde grababan con la libertad de poder tocar cuanto instrumento, pedal o botón se encontrara. Su primer EP se publicó bajo el título galés de Edrych yn Llygaid Ceffyl Benthyg (Viendo a través de los ojos de un caballo prestado) en 2008 y contó con la colaboración de Megan Childs en el violín; Megan era parte de Gorky’s Zygotic Mynci.

Los discos de Cate Le Bon antes de Pompeii

Producido por Krissy Jenkins, el disco debut de Cate Le Bon se llamó Me Oh My (2009). Los álbumes que le sucedieron fluctuaron entre el Folk, el Post-punk, el Indie Rock, el Krautrock, la Neo-Psicodelia, el Art Pop. Como sus antecesores del movimiento Cool Cymru, la joven galesa nunca tuvo reparos en incorporar más y más instrumentos a sus temas.

Su segundo álbum, CYRK (2012) empezó a ser catalogado como Avant Pop debido a la manera en la que torcía tanto su voz como los instrumentos. El disco con el que yo la conocí se llama Mug Museum (2013), cuya raíz psicodélica y sonidos crudos hacen que incluso las canciones más sencillas y frontales en su instrumentación tengan giros inusuales que, si bien no llegan a ser perturbadores, definitivamente se sienten “diferentes”.

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John Cale y Cate Le Bon. Foto cortesía Facebook

Pero si el sonido progresivamente más alienante no fuera suficiente, su apego a las vanguardias artísticas del siglo XX también se reflejó en sus letras. Crab Day (2016) dibuja historias surrealistas y desoladoras en donde el escucha nunca tiene certeza de qué tono, tempo o intensión vendrá con la siguiente nota. La extrañeza continuó en Reward (2019) publicado por Mexican Summer.

Para este momento, la artista ya había colaborado con otro galés loco de nombre John Cale; ya había formado un proyecto alterno con su actual pareja Tim Presley llamado DRINKS; ya estaba produciendo a músicos como Deerhunter y Devendra Banhart e incluso había adquirido una casa en el desierto de Joshua Tree, California.

Cate Le Bon y la pandemia de 2020

Aunque a finales de 2019 la galesa ya había escuchado noticias de los primeros brotes de COVID-19, esto no impidió que mantuviera su ritmo laboral. Su sexto disco ya se estaba armando en su cabeza y tenía el plan de aislarse (como lo hizo durante el proceso de crear Reward) en algún lugar de Chile o Noruega para poder concentrarse de lleno en ello.

En 2020 Cate Le Bon llevaba tres meses produciendo un disco en Reykjavik, Islandia, cuando se enteró que las fronteras se estaban cerrando debido a la pandemia por COVID-19. Su amiga y baterista Stella Mozgawa también estaba allí y fue la única que logró regresar a su país a tiempo. Cate, junto con su eterno colaborador Samur Khouja, tuvieron que esperar hasta finales de abril para regresar al Reino Unido.

Ahora que el plan de escapar a un lugar exótico se había arruinado, Cate y Presley pasaron un tiempo junto a sus padres hasta que ella logró conseguir prestada la casa de Gruff Rhys. La vuelta de tuerca está en que ella ya conocía dicho espacio, pues lo había habitado durante su etapa colaborando con los SFA.

Cate Le Bon, Tim Presley y Samur Khouja llegaron a este sitio con toda la intensión de salir de allí con un nuevo álbum… Pompeii.

Pompeii, grabando en cuarentena

Libre de agendas y compartiendo techo con su co-productor, Cate encontró un respiro al dedicarle todo su tiempo a Pompeii. De acuerdo con la compositora, cada canción pasó por un entretenido proceso de armado y desarmado en donde las versiones finales eran totalmente diferentes a las primeras ideas. Muchas veces terminaron componiendo durante más de 16 horas seguidas. Durante dicha etapa la artista trabajó, en su mayoría, con el bajo.

Con excepción de los instrumentos de viento y la batería, todo lo demás estuvo a cargo de Le Bon, quien tuvo que adaptar un estudio casero en su habitación. Mientras ella y Khouja trabajaban con el bajo y los sintetizadores, Presley transformó otra recámara para dedicarse a pintar. Cierta tarde, Tim salió de su espacio cargando un cuadro.

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Tim Presley y Cate Le Bon Foto: Cara Robbins

La obra, que puede apreciarse en la cuenta oficial de Tim Presley, muestra a una mujer de piel ocre, expresión borrosa y manos frente al pecho, su traje de monja luce tonos azulados. El cuadro generó tal impacto que todo comenzó a girar en torno a él.

“Vi todo en ella, tanto la fuerza como la fragilidad. Había algo bastante religioso en ella, pero también era más espiritual que eso. Había algo realmente poderoso, algo que no podía explicar con palabras”, describe Cate a Pitchfork. La pieza se colocó frente al lugar donde se grababa y, en medio de la cuarentena, “se convirtió en la cuarta persona en la casa […] No dejábamos de mirar el cuadro, de utilizarlo como guía, y de preguntarnos si cada sonido encajaba con lo que nos hacía sentir”.

La última parte de la grabación se desarrolló cuando las restricciones pandémicas se habían aligerado. Stella Mozgawa pudo volver a un estudio en Sydney para grabar y mandar sus fragmentos de batería, y quienes estaban en el Reino Unido fueron a grabar las secciones de vientos en una capilla convertida en estudio al oeste de Gales; las sesiones duraron cuatro días y contaron con la participación de los músicos Euan Hinshelwood y Stephen Black a cargo del saxofón y el clarinete.

“Y luego, en la última noche, nos bebimos unas 10 botellas de vino y bailamos por seis horas”, recuerda Cate Le Bon.

Dentro de Pompeii

La portada de Pompeii muestra a Cate Le Bon con una expresión estoica y santa, predomina el tono rojizo y un acabado que lo hace ver como detrás de un filtro “retro”. Lleva el atuendo de una monja e intenta replicar la pose del cuadro de Presley.

Pompeii es un disco Art Pop que incorpora elementos de la trilogía de Berlín de David Bowie, del City Pop japonés y del Synth-pop de mediados de los 80. Aunque el bajo es el instrumento al que te sugiero le prestes atención primero, todo lo que lo que se mueve a su alrededor es igualmente fascinante.

Consideremos el paisaje atonal de la canción que abre el disco. “Dirt on the Bed” nos transporta a la frialdad de la capilla en donde grabaron al saxofón y al clarinete. Todo está reverberando, las percusiones, los sintetizadores densos, la línea de bajo que suelta notas dentro de un estanque. “Trust in love / Just as you are / Reaching without watching / The switches on the Wall”, canta Le Bon como quien desde la fe puede avanzar seguro dentro de la oscuridad. Los rarísimos saxofones al final de la canción sorprenden dando tumbos por los escalones de unas escaleras tipo Escher.

“Moderation” le sube el ánimo a Pompeii. Aquí el bajo sincopado camina con estilo City Pop; junto a él la guitarra rítmica, los instrumentos de viento fantasmales y la voz de Cate Le Bon que se estira como hule entre los coros. Las armonías vocales se perciben inusuales mientras que la letra le da eco a los millones que vivieron el confinamiento asegurando que no puede (ni le interesa) tener moderación. Escuchemos:

En “French Boys” el bajo parece mareado. Sobre él suenan una guitarra reverberante, ecos de percusiones tropicales y esporádicas apariciones de vientos. Líricamente hablando es uno de sus trabajos más extraños describiendo, por ejemplo, a unos chicos cuyo rostro es un lago. Lo alienante continúa en la desafinada “Pompeii”, cuyos sintetizadores parecen venir del reflejo de un espejo deforme y el rango de voz de Cate Le Bon se presenta en armonías vocales melancólicas.

Mi canción favorita de Pompeii es “Harbour”. A diferencia de otras canciones que juegan con la atonalidad, aquí tenemos un sintetizador cuyos acordes terminan por volverse pegajosos. El bajo vuelve a su personalidad City Pop e incluso hay presencia ornamental de los instrumentos de viento. Todo suena como una grabación casera de los 80.  El juego lírico radica en su coro, cuya amorfa sintaxis describe el poder transmutable del lenguaje.   

Después del tema anterior, el sintetizador principal de “Running Away” se siente algo tosco. Sin embargo, tanto el saxofón como el clarinete tienen estupendas participaciones. En esta canción es fácil apreciar el fervor místico que provocó el cuadro en la cantante, cuya letra habla de amor multidireccional y de “the sweetest thing” (“la cosa más dulce”) que nunca lograremos tener, ¿acaso habla sobre lo divino?

Después de la onírica y lánguida “Cry Me Old Trouble”, el disco tiene otra de sus mejores canciones, “Remembering Me”, en donde el rasgueo de guitarra acústica es cubierto por capas y capas de instrumentación. Lo que podría ser una canción Folk ahora es un paisaje sonoro distorsionado como la reverberación de los sintetizadores. La intervención más punzante de la guitarra eléctrica sucede aquí.  Escuchemos:

Pompeii termina con “Wheel”, una canción cuyo piano también parece estarse despidiendo. Como en otros de los temas que le preceden, la voz de Le Bon parece ensimismada en sí misma sin interés por sonar melódica. La letra vuelve a hablar sobre el amor, desde quien no lo tiene, pero también desde quien cree conocerlo.

Uno de los discos de 2022 que merece ser escuchado

Cate Le Bon le contó a The Guardian que Pompeii es “un producto de tres personas que perdieron la cabeza en una casa con terraza”. Cada uno de sus elementos se entrelaza tejiendo una red que engulle a quien comienza a escuchar. El Pop de Cate está revestido por tantas texturas sonoras que el sentimiento de hundirse entre sus vibraciones es común, pero con atención se podrá notar que no sólo se trata de experimentación, también hay una poderosa maestría técnica a la hora de componer e interpretar cada instrumento.

“El absurdo sin emoción ni pensamiento es sólo un sinsentido, que tiene su lugar”, le explica Le Bon a The Washington Post. “Pero, para mí, el verdadero absurdo que se alimenta de una emoción honesta e inadvertida puede pillar a la gente desprevenida y puede establecer conexiones inesperadas que tienen raíces más profundas que algo literal y explicado”.

Así como los artistas del Dadaísmo encontraron en el absurdo una boya de certidumbre después de la guerra, Cate Le Bon le dio rienda suelta a la rareza en medio de una cuarentena que pasará a la Historia. Tal vez no era el aislamiento que tenía en mente, pero nunca se le había escuchado tan libre como ahora.

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Si quieres leer más sobre aquel galés que mencioné llamado John Cale y cómo fue que lo corrieron de The Velvet Underground por raro entonces sigue leyendo aquí. Tal vez todos los galeces son raros.