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Cat Stevens: Por el camino de Catch Bull At Four

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© Island Records / A&M

Yusuf Islam, Cat Stevens, Steven Demetre Georgiou. El músico británico que se convirtió al islam. El de voz de susurro, de amigo vidente, de eterno buscador y faro de los aún más perdidos. En 1972, cuando publicó el disco de la columna de hoy, Catch Bull At Four, el multiinstrumentista ya estaba dando pasos hacia La Revelación que lo alejó del pop por 30 años. Esta es su historia.

Cuando Cat era Steven

Antes de convertirse en el músico que ahora conocemos, o incluso tomar su nombre artístico, Steven Demetre era un chiquillo que ayudaba a su familia atendiendo un restaurante llamado Moulin Rouge. Nació el 21 de julio de 1948 en el distrito de Marylebone, Londres; hijo de una sueca y un griego, desde joven se interesó por el arte. A pesar de que nadie le enseñó música en casa, bastó una guitarra como regalo de su padre para iniciar su historia musical.

La guitarra fue consecuencia de la creciente fama de The Beatles que en 1963 ya estaban haciendo mucho ruido en Inglaterra. Inspirado por el cuarteto, y por musicales como West Side Story, decidió que ser cantautor era lo suyo. Otra habilidad artística que cosechó en aquella época fue la pintura, la cual le ayudaría más tarde para dibujar las portadas de sus discos.

Ahora imagina la siguiente escena. Dos púberes entran a un pub, uno de ellos se sube a la primera mesa y se exprime los pulmones para aullar que su hermano –menor– es un músico talentosísimo. Tiempo después Steven estaba tocando su primer concierto en las Noches de Folk del Black Horse Public House.

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Cat Stevens en 1966. Foto: A. Vente, CC BY-SA 3.0 NL, via Wikimedia Commons

Mi nombre es Cat Stevens

Mientras escuchaba y aprendía de Bob Dylan, The Kinks, y Paul Simon, el joven músico consiguió su primer contrato en 1965. Con Ardmore & Beechwood grabó sus primeros demos mientras seguía interpretando en pubs y cafés, pero pronto se encontró con un problema: ¿era Steven Demetre Georgiou el nombre de un artista de pop?

La decisión fue tomada. Cat Stevens se llama así porque su novia le decía que tenía ojos de gato y además ¿a quién no le gustan los animales? Con 18 años el cantante logró llamar la atención del productor y representante Mike Hurst, quien le consiguió un lugar en Deram Records. El resultado fue su disco debut: Matthew and Son (1967), cuyo sencillo homónimo alcanzó el segundo lugar en la lista de popularidad cuando se estrenó en diciembre del ’66.

Con la psicodelia ebullendo en esa gigante lámpara de lava conocida como Reino Unido, Cat Stevens se convirtió en uno de los rostros jóvenes del Baroque Pop. Vestido de terciopelo, con pantalones acampanados y sacos de plumas, los siguientes dos años representaron una oportunidad para salir de gira con otros actos estelares como The Jimi Hendrix Experience.

Del Pop al Folk, de la locura al hospital

New Masters (1967), su segundo disco de estudio, fue ignorado. Stevens, por su parte, comenzaba a perder el interés por aquel sonido repleto de holanes sonoros en forma de orquestaciones. La juventud era una locura cuyos placeres se disfrutaban, pero que tampoco satisfacían al músico que prefería sentarse con las piernas cruzadas a escuchar a cantautores como Al Stewart y Paul Simon en Soho.

Todo cambió a finales de 1968. Una noche invernal y otra parranda bastó para atrapar un resfriado que siguió agravándose hasta convertirse en una tuberculosis. Cuando uno de sus pulmones colapsó, Cat Stevens estuvo al borde de la muerte.

Aislado en el hospital King Edward VII el joven artista encontró una oportunidad para encontrarse a sí mismo. Allí también aprovechó para acercarse a la espiritualidad, leyendo sobre sobre religiones, filosofía y esoterismo.

“Pasar del medio del espectáculo y descubrir que estás en el hospital, recibiendo inyecciones todos los días, y que la gente que te rodea está muriendo, cambia ciertamente tu perspectiva. Me puse a pensar en mí mismo. Parecía que tenía los ojos cerrados”.

Recuperado, y con unas 40 canciones en su repertorio, Stevens decidió tomar un camino diferente al salir del hospital. Terminó su contrato con Deram Records, cambió de representante y encontró un lugar en Island Records, cuyo fundador, Chris Blackwell le dio luz verde para grabar Mona Bone Jakon (1970).

Aquel álbum fue producido por Paul Granville Samwell-Smith exbajista de The Yardbirds. Su nuevo sonido, volcado al Folk Rock, contó la participación del guitarrista Alun Davies, quien lo acompañó el resto de su carrera (es decir, hasta que abandonó la música); John Ryan en el bajo, Harvey Burns en las percusiones y el joven Peter Gabriel en la flauta. Su canción más popular fue “Lady D’Arbanville” con un distintivo sonido madrigal.

El pico creativo: Tea for the Tillerman y Teaser and the Firecat

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La resaca de los 60 fue más brutal para unos que para otros, pero el sentimiento general para la generación de Woodstock fue la decepción. Para estos jóvenes la nueva música de Cat Stevens se convirtió en un imán que, con el estreno de Tea for the Tillerman en 1970, lo catapultó hacia la renovada fama.

Si su disco anterior daba luces de una búsqueda superior. Este álbum lo mostró como un cantautor que parecía ver más lejos en el horizonte con letras. Los poderosos acordes en el piano de “Miles From Nowhere”, el juego de rangos vocales en “Father and Son”, la guitarra melancólica de “Hard Headed Woman” y la conmovedora despedida de “Wild World” lo colocaron en el Top 10 de los discos más populares de Billboard.

Si todos estaban comprando el cuarto LP de Cat, Teaser and the Firecat (1971) resultó todavía más espectacular. Por aquella época comenzaron las giras en Estados Unidos y “Moonshadow” fue una las canciones que el público escuchó antes de aparecer en el disco. Siguiendo la línea de Folk Rock, el cantante deambula entre las baladas, las historias y la incorporación de tradiciones musicales de otras regiones, como Grecia y España. Canciones como “Peace Train” y “Morning Has Broken” siguen sonando en las estaciones de Rock Clásico, mientras que “Moonshadow” y la mística “The Wind”, pasan de la anécdota a la revelación de una incesante exploración interior.

Catch Bull at Four: Grabación y estreno

Hay poca documentación alrededor de las sesiones de Catch Bull at Four. Una vez más acompañado de Alun Davies y Del Newman, Cat incluyó varios músicos adicionales en las grabaciones: Jeremy Taylor, un segundo guitarrista, Andreas Toumazis en el bouzouki, Jean Roussel en los teclados, Gerry Conway en las percusiones.

El disco quedo terminado en mayo de 1972 con sesiones en dos lugares distintos: The Manor Studio en Oxfordshire y el Château d’Hérouville en Francia (sí, la misma mansión donde Elton John trabajó Honky Château). La primera canción elegida como sencillo fue “Sitting”, la cual alcanzó el lugar 16 en Bilboard; la segunda fue “Can’t Keep It In”. Al LP le fue mucho mejor.

Catch Bull at Four de Cat Stevens se estrenó el 27 de septiembre de 1972. Lo publicó Island Records en el Reino Unido y A&M en Estados Unidos. En su región natal escaló rápidamente al puesto número uno; el público estadounidense, que veía al cantautor como uno de los suyos tras múltiples conciertos, lo ayudó a escalar a la cima de la lista Billboard. El álbum permaneció allí durante tres semanas.

Lista de canciones de Catch Bull At Four

Lado A

No.TítuloDuración
1.“Sitting”3:14
2.“Boy with a Moon & Star on His Head”5:57
3.“Angelsea”4:30
4.“Silent Sunlight”3:00
5.“Can’t Keep It In”2:59

Lado B

No.TítuloDuración
1.“18th Avenue (Kansas City Nightmare)”4:21
2.“Freezing Steel”3:40
3.“O’ Caritas” (Junto con Andreas Toumazis y Jeremy Taylor)3:41
4.“Sweet Scarlet”3:49
5.“Ruins”4:24
*Todas las canciones fueron firmadas por Cat Stevens con excepción de las aquí señaladas.

Catch Bull at Four: Por el camino espiritual

Algo que distingue al sexto álbum de estudio de Cat Stevens con sus antecesores es la claridad con la que aborda el tema espiritual. Si bien las canciones conservan su destreza para pintar escenas y personajes, hay un halo que va de la contemplación a la acción.

Su portada se divide en dos colores principales. El blanco en donde se lee el título en letra naranja y el pardo, visible en una pared donde aparece una estampa. Es redonda, con un contorno también naranja, en medio muestra la imagen de un hombro que acerca su mano hacia un toro.

Gran parte de las piezas que habían aparecido en los discos publicados en la década de los 70 provenían del encierro en el hospital, pero aquí todo fue nuevo. Catch Bull at Four tiene su origen en una serie de poemas y dibujos Zen titulado Diez Toros, los cuales dibujan la exploración del individuo hacia la iluminación y su reincorporación a la sociedad para compartir su descubrimiento.

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¿Pero por qué el poema número cuatro? Para algunos, estos versos simbolizan al individuo que por fin ha visto su verdadera naturaleza, pero que está lejos de alcanzar el entendimiento definitorio y debe seguir luchando para conseguirlo. ¿Será que Cat estaba prediciendo su propia experiencia revelatoria? Veamos qué dice “Sitting”, tema de apertura.

El sencillo principal está musicalmente construido alrededor de la interpretación de Stevens en el piano. Lo que comienza como una relativamente simple pieza se colorea con el sonido de otros teclados al terminar el primer coro; las armonías vocales expresan un espíritu conmovido y lastimero, pero funcionan a la perfección para resaltar lo mejor de la canción: la voz principal que, durante los coros muestra una emotividad magistral.

A mi gusto el momento cumbre de esta pista sucede durante el segundo coro: “And if I make it to the waterside / Will I even find me a boat (or so)? / And if I make it to the waterside / I’ll be sure to write you note or something” (“Y si llego a la orilla del agua / ¿encontraré un barco (o algo así)? / Y si llego a la orilla / me aseguraré de escribirte una nota o algo”)

¿Podrá la voz lírica encontrar la luz al otro lado? No lo sabe, pero logra expresar el rugido de su alma en cuatro versos. “Oh I’m on my way I know I am / Somewhere not so far from here” (“Oh voy de camino sé que voy / Hacia algún lugar no tan lejos de aquí“), exclama al inicio con seguridad.

Minimalista en su interpretación acústica, “The Boy With a Moon And Star On His Head” es una historia que podría interesarle a quiénes disfrutan interpretar símbolos. Musicalmente hablando, el riff principal tiene un punteo que no le debe nada al de músicos como James Taylor o Joni Mitchell, y entre cada dos estrofas hay acentos de otros timbres que suman a la atmósfera: el bombo, la flauta, los platillos, los silbidos.

Su historia narra el encuentro de un hombre que, caminando hacia su boda se encuentra con una mujer de cabellos de plata quien lo invita a tener un encuentro amoroso en medio de la tierra y el espacio. La promesa es un hijo que nacerá con una luna y una estrella en su cabeza.

En la tradición china, la magnolia (otra de las imágenes presentes en el poema, digo, la canción) tiene un significado de pureza, lo cual complementa aún más la imagen de esta mujer milagrosa. Por último, no se puede ignorar que la luna, en su forma creciente, cuando está acompañada de una estrella es un ícono que ha pasado por egipcios, griegos, persas, y musulmanes. En esta pieza le da al niño una personalidad iluminada que lo convierte en sabio.

La primera canción rockera llega con “Angelsea”. Totalmente festiva, incluso enamorada, esta pieza demuestra el interés de Cat Stevens por expandir los colores de sus texturas. Combina Folk, sintetizadores y coros femeninos cuya pronunciación es ininteligible, pero que se acoplan al ritmo alegre. La lírica es poética, describiendo a otra dama mágica cuyos rasgos se hacen uno con la naturaleza.

Más delicada es la siguiente canción: “Silent Sunlight”, una balada de corte infantil que podría sentirse como la heredera espiritual de “Where Do The Children Play?” de Tea For The Tillerman. Los detalles sonoros como la flauta y los cascabeles se sienten juguetones, mientras que los arreglos de cuerda dejan le dan un aire fraternal. La letra es paternal y forma parte de esas canciones de Cat Stevens que deberías ponerle a tus hijos.

El lado A de Catch Bull At Four concluye con “Can’t Keep It In”. Esta es una de mis piezas favoritas del disco. Tiene esa sensibilidad transparente que hace que te emociones tanto como Cat al cantar. La producción es esplendorosa: tenemos la guitarra, el piano, el órgano; las armonías vocales, los coros. Aunque se trata de un tema de Folk Rock, hay cercanía con aquellos temas sesenteros de Chamber Pop.

Como te contaba hace algunos párrafos, las canciones de Stevens se convirtieron en una guía para quienes no encontraron las respuestas que buscaban en la década de los 60. Mensajes como los siguientes versos, lo hacían conectar su público como pocos:

I said, why walk alone? / Why worry when it’s warm over here / You’ve got so much to say, say what you mean/ Mean what you’re thinking, and think anything

(“Dije, ¿por qué caminar solo? / Por qué preocuparse cuando hace calor aquí / Tienes tanto que decir, di lo que quieres decir/ Cumple lo que piensas, y piensa cualquier cosa”)

El lado B comienza con una canción tan Orchestral Pop que podría ser obra de Electric Light Orchestra. “18th Avenue (Kansas City Nightmare)” cuenta la historia de un hombre con prisa que está a punto de perder su vuelo de avión. Pero, a decir verdad, es la rica orquestación a cargo de Del Newman y el solo de piano eléctrico lo que más se disfruta de la sexta pista de Catch Bull At Four.

Freezing Steel” fue, en algún momento de mi vida, uno de mis temas predilectos de Cat Stevens. En aquella época no reparaba mucho en su letra sino en el ritmo galopante y contagioso que el piano y las guitarras construyen. Con un puente divertido a cargo del órgano, la pieza sitúa a la voz lírica en las alturas… dentro de un avión. Si seguimos los distintos simbolismos que hemos escuchado en canciones anteriores, podría tratarse de una metáfora de una ascensión/iluminación artificial o apenas temporal.

Hasta ahora el álbum se distingue por un sentimiento más bien jovial, pero todo cambia en “O Caritas” una pieza cuya densidad y angustia se aprecian desde el tono de voz del cantante. Cat Stevens no suena ni contento, ni emotivo. Por el contrario, hay cierta sobriedad que la letra en latín oculta. Por fortuna hay traductores a la mano, y lo que nos encontramos es un lamento, una plegaria por caridad.

Las imágenes que se dibujan en este tema son tristes: la luz del mundo extinguiéndose, los crímenes propagándose, un saludo a la muerte que se acerca y fuego, mucho fuego, “video flamare”. El dramatismo crece gracias a la instrumentación de influencia griega; el bouzouki, interpretado por Andreas Toumazis toca sus notas con frenesí, dándole un sentido alarmante a la letra de Cat. Esta sensación se hace aún más potente gracias a los coros.

En “Sweet Scarlet”, una balada construida alrededor del piano de Cat, regresa la imagen de la mujer mágica que se ha ido repitiendo en diversos pasajes del álbum: “She could move mountains in the dark as silent as a knife” (“Podía mover montañas en la oscuridad tan silenciosa como un cuchillo”). Minimalista, la pista avanza entre la calma y los breves lapsos de intensidad en la voz principal.

Catch Bull At Four termina con “Ruins”. Se trata de un tema que, como “O’ Caritas”, pinta un cuadro desolador. La narrativa gira en torno a un personaje que regresa al lugar en donde vivió hace mucho tiempo y lo encuentra devastado. Lo que parece ser un encuentro alegre con quienes lo reconocen termina por ser un lamento de cómo la violencia del hombre acabó con un pueblo que en algún momento fue un espacio colorido.

Es una canción de Folk Rock que demuestra la habilidad de Stevens para transmitir tanto melancolía como intensidad e incluso enfado. El puente, y momento más potente del tema, es tanto un alarido encendido como un mensaje de alerta. Mientras todo se incendia el cantante aún tiene tiempo para intentar cuidar a quiénes le escuchan: “While you’re still walking / Just keep on walking on / Down the street keep your distance” (“Mientras sigas andando / Sólo sigue avanzando / Por la calle conserva tu distancia“).

Aún hay distancia por recorrer: conclusiones

Catch Bull At Four nos presenta a un Cat Stevens cada vez más centrado en lo que su letra es capaz de provocar en quienes escuchan. “Cuando escribía canciones tenía a mi público en la mente y sabía el tipo de responsabilidad que eso implicaba. Una importante responsabilidad”, recordaba en una entrevista para la BBC.

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En comparación con los primeros discos de la década de los 70, Catch Bull At Four no necesariamente fue una máquina de sencillos para la radio, pero sí es una experiencia disfrutable cuando uno decide adentrarse en sus detalles, tanto sonoros, como simbólicos.

Para Cat Stevens faltaban algunos años antes de tener La Experiencia que lo llevaría al islam y lejos de la música. En la actualidad se hace llamar Yusuf / Cat Stevens, una reconciliación entre su pasado artístico y su siempre presente vocación espiritual. ¿Cómo sucedió eso? Bueno, esa es otra historia.

Por lo pronto te invito a estar al pendiente porque el 2 de diciembre de 2022 se estrenará la versión de 50 aniversario de este álbum, la cual augura versiones remasterizadas de las 10 canciones que escuchamos hace un momento.

Si te gusta el Folk Rock, en Columna Musical hay más historias que deberías descubrir. Por ejemplo, la de cómo Neil Young hizo Heart of Gold o de Joni Mitchell y el clásico Blue. Ahora que, si sólo buscas discos de 1972, también tenemos una lista para ti.